A menudo, cuando hablamos de premios para nuestro perro pensamos en golosinas. Pero hablar de premios (o recompensas) es un tema mucho más amplio y serio.
Una recompensa es cualquier estímulo que sirva para reforzar una conducta, es decir, aplicando una recompensa favoreceremos la repetición de una conducta en concreto. Una recompensa es, esencialmente, todo aquello que gusta a nuestro perro, una caricia, que pueda jugar con sus amigos, un juguete y, está claro, también las golosinas. Del mismo modo que nosotros, cada perro tiene una serie de preferencias. Hay perros a los que les gusta mucho jugar, y en cambio la comida quizás no tanto, hay perros que prefieren carne y otros que babean por un trozo de zanahoria.
Y, ¿en qué te favorece dominar las jerarquías de recompensas de tu perro? Para empezar es un modo fantástico de conocer mejor a tu amigo y poder compartir experiencias que sabes que le gustan; también, si juegas a enseñarle alguna habilidad, tendrás que aplicar la recompensa adecuada al esfuerzo realizado. De hecho, aplicar una recompensa de valor inferior a la esperada podría representar un castigo. imagínate que a final de mes te encuentras solo la mitad tu vuestra nómina… te estarían recompensando, pero la recompensa no sería la esperada, y por tanto no estarías muy contenta.
Otra de las cosas en que tenemos que pensar cuando premiamos con golosinas es en cuidar la dieta. Si no lo hacemos, corremos el riesgo que tener un amigo obeso con el riesgo que ello implica.
Cuando recompensamos, tenemos que saber por qué lo estamos recompensando, qué conducta estamos reforzando. Muchas veces me he encontrado con tutores que me explican “el perro quiere la pelota y yo no se la quiero dar. Ladra, ladra y ladra cada vez más fuerte e insistente. Y claro…después de una hora escuchando al perro ladrar, le doy la pelota” o “el perro ladra cada vez que pasa un vecino, para que se calle le doy comida o una pelota”.
Estos casos, y otros, desgraciadamente son muy frecuentes, y son ejemplos de recompensas mal aplicadas. En el primer ejemplo el perro aprenderá que obtendrá la pelota ladrando hasta una hora, por lo tanto la próxima vez el perro se estará un mínimo de una hora ladrando para obtener la pelota, y en el segundo caso, obviamente aprende que ladrar a los vecinos es un gran negocio por él, porque siempre obtiene beneficios.
Ya ves que, ni el premio es solo una golosina, ni premiar es fácil; todo al contrario, con la intención de premiar para apoyar una conducta, podemos conseguir otra cosa, como recompensar aquello que no queríamos recompensar. Lo mejor, como siempre, es intentar ponerse en la mente de nuestro amigo, pensar las cosas antes de hacerlas, y si aún tienes dudas, pregúntame. Seguro que, juntos, encontraremos la mejor solución.