«Hola Montse,
Rocko, mi Golden Retriever de tres años, es muy inteligente; en poco tiempo he podido enseñarle a hacer la croqueta y a hacerse el muerto. Pero aun así ha sido imposible que aprendiera a andar a mi lado sin tensar la correa. Cuál crees que es la razón por la que Rocko puede aprender algunas cosas y otros no?”
Es interesante ver cómo muchas personas, cuando se relacionan con un perro por primera vez, les dan una orden (siéntate) o los invitan a aprender alguna habilidad (por ejemplo, dar la pata).
Que el perro haga la croqueta o que se haga el muerto no es nada más que una versión elaborada de dar la pata, una habilidad que se aprende por repetición. Si nos imaginamos las condiciones en que Rocko ha aprendido estas habilidades, muy probablemente habrán sido en uno entorno de tranquilidad, sin estímulos que lo puedan distraer, en casa y con la paciencia necesaria por parte de la persona que se las enseña. También podríamos afirmar que estos ejercicios se han enseñado aplicando una recompensa positiva, aunque no necesariamente tiene que ser una golosina: el hecho de ver una sonrisa, percibir la alegría y satisfacción del guía o la sensación de equipo ya es una recompensa bastante importante para el perro.
Comparemos ahora esta escena con enseñar a Rocko a no tensar la correa.
Rocko sale de casa y ya se encuentra con una cantidad de estímulos mucho más elevada de la que hay en casa: pasan coches, personas con carros de la compra, niños corriendo, otros perros, gatos, etc. Y además sabe que vais a hacer pis (muy probablemente tiene prisa por hacerlo) y después a jugar, como cada tarde, con sus amigos.
¿Creéis que en este momento y estas condiciones son los más adecuados para explicarle a Rocko que ande a nuestro lado? Y, además, como no obedece, nuestro nivel de frustración se incrementa y nuestra “mala gaita” también, cosa que solo contribuye a elevar el estrés del perro y a que ni siquiera nos escuche.
¿Cómo tendríamos que haber procedido para enseñar a Rocko a andar a nuestro lado? Andar al lado no es más que otra habilidad y como tal, se tiene que empezar por el nivel con menos dificultad, es decir, en casa o en el jardín, donde no pasen ni coches ni niños ni el animal tenga otras distracciones. También tenemos que pensar que el hecho de que Rocko ande al nuestra lado, para nosotros es una necesidad, en cambio para él tiene que ser un placer, le tiene que “molar”, y por tanto el estado emocional del guía tiene que conducir a esta emoción; el aprendizaje a través de órdenes dictatoriales solo consigue que se haga con miedo y eso no le “mola” a nadie.
Todos sabemos que cualquier aprendizaje, si se adquiere a través del juego, es mucho más sólido y perdurable. No tiene ningún sentido que apliquemos el juego para enseñar al perro a hacer la croqueta o dar la pata y no lo hagamos para que adquiera una habilidad tan importante como es andar a nuestro lado.