Prepara a tu perro para la llegada del bebé (II. Nacimiento y llegada a casa)

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En el anterior artículo «Prepara a tu perro para la llegada del bebé (I. Antes del nacimiento)» hablábamos sobre todo lo que podemos hacer para ayudar a nuestro perro a habituarse a los cambios que supone la llegada de un bebé durante el embarazo.

Llega un momento muy importante: el parto, un momento en que ni la madre ni, probablemente, el padre pueden estar en casa durante un período importante, entre tres y cinco días. Durante este período es importante no dejar al perro solo durante mucho tiempo, si nadie puede estar con él lo podemos llevar a casa de algún familiar; durante los días previos, sin embargo, habremos tenido la precaución de llevar a nuestro perro a casa de este familiar y, si es posible, le habremos dejado pasar la noche.

Durante los días de ingreso en el hospital podemos dejarle oler alguna manta o ropa del niño, siempre con una actitud calmada y procurando que lo relacione con una experiencia agradable. Particularmente no soy partidaria de premiar estas situaciones con comida, puesto que en un futuro podría asociar al niño con la adquisición de la golosina y, consecuentemente, la pediría; sin embargo creo que sí que debe premiarse: con la actitud, con la voz, con la calma y la relajación, con naturalidad y amor.

Si es un perro que tiende a manipular con las patas delanteras, procuraremos cortarle las uñas y limarlas, ya que accidentalmente podría arañar la suave piel del bebé.

Y llega el día en que nuestro hijo llega a nuestro hogar. El primer contacto debe ser lo más tranquilo y natural posible, antes de ver al bebé es recomendable sacarlo a dar un buen paseo mientras nos instalamos y dejamos todos los utensilios en su sitio. Una vez instalados y con el perro en casa, la madre, que ha estado varios días “desaparecida”, puede saludar al perro y esperar a que se calme; ya calmado, el padre puede aproximar al perro a la madre y al bebé, siempre procurando calma y naturalidad. Es normal que el perro sienta curiosidad y que quiera olerlo, es la primera toma de contacto con el que será, probablemente, su mejor amigo, y por tanto esta interacción debe tener muy buen resultado, sin obligaciones ni castigos, procurando lógicamente por la seguridad del bebé.

Los primeros contactos no deben ser demasiado largos, así evitaremos que el perro se altere y pierda el control. Poco a poco, nuestra rutina diaria hará que se vayan alargando.

Es importante que relacione la presencia del bebé con experiencias positivas e incluir al perro con las actividades del bebé y a la inversa, es decir, podemos llevar al bebé de paseo con el perro. Sin embargo, debemos tener ciertas precauciones como que el perro no es ningún “niño” ni “canguro” del niño, y por tanto no los dejaremos nunca sin supervisión; el perro tampoco es ningún juguete ni está obligado a soportar cualquier cosa que le haga el bebé, por tanto procuraremos por la seguridad del perro y le proporcionaremos su refugio y momentos de calma.

Recordemos que la posibilidad más elevada de agresión del perro hacia el bebé comienza cuando el niño gatea y empieza a ponerse de pie. En ese momento el niño podría, involuntariamente, dañar al perro o el perro podría percibir algún tipo de peligro y, por tanto, se podría defender mordiendo. Es importantísimo seguir todas las medidas de seguridad mencionadas y aprender a leer la comunicación corporal de nuestro perro para poder actuar en consecuencia y mermar cualquier riesgo.

Como hemos dicho en anteriores publicaciones, que un niño crezca con un perro es un tesoro, un regalo que recordará toda su vida, con efectos positivos hacia su desarrollo y salud; necesitamos, sin embargo, que la convivencia y el bienestar de toda la familia sea lo mejor posible.

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